Avui ha estat un dia tranquil, un dia per prendre's amb calma, he aprofitat per obrir un bon vi i brindar per tots aquells que he conegut i que ja no hi són, i encara sense saber massa bé, el meus records han anat molt enllà a un 25 d'octubre de 1854 a Balaclava, he assistit moltes vegades a enveges i gelosia entre els humans però mai amb un resultat com aquell, tot i que després es va intentar transgiversar en un dels actes bèl·lics més heroics, però jo us puc ben assegurar que poca heroïcitat va tenir pels 600 que hi érem..."en la vall de la mort, cavalcaven el 600, canons a la dreta i canons a l'esquerra, vomitant i tronant sobre ells..."
1.
Half a league, half a league,
Half a league onward,
All in the valley of Death
Rode the six hundred.
"Forward, the Light Brigade!"
"Charge for the guns!" he said:
Into the valley of Death
Rode the six hundred.
2.
"Forward, the Light Brigade!"
Was there a man dismay'd?
Not tho' the soldier knew
Someone had blunder'd:
Theirs not to make reply,
Theirs not to reason why,
Theirs but to do and die:
Into the valley of Death
Rode the six hundred.
3.
Cannon to right of them,
Cannon to left of them,
Cannon in front of them
Volley'd and thunder'd;
Storm'd at with shot and shell,
Boldly they rode and well,
Into the jaws of Death,
Into the mouth of Hell
Rode the six hundred.
4.
Flash'd all their sabres bare,
Flash'd as they turn'd in air,
Sabring the gunners there,
Charging an army, while
All the world wonder'd:
Plunged in the battery-smoke
Right thro' the line they broke;
Cossack and Russian
Reel'd from the sabre stroke
Shatter'd and sunder'd.
Then they rode back, but not
Not the six hundred.
5.
Cannon to right of them,
Cannon to left of them,
Cannon behind them
Volley'd and thunder'd;
Storm'd at with shot and shell,
While horse and hero fell,
They that had fought so well
Came thro' the jaws of Death
Back from the mouth of Hell,
All that was left of them,
Left of six hundred.
6.
When can their glory fade?
O the wild charge they made!
All the world wondered.
Honor the charge they made,
Honor the Light Brigade,
Noble six hundred.
Encara guardo un bala de mosquetó que em van treure del costat, molt possiblement si no hagués estat per la meva naturalesa avui no us escriuria, però algun avantatge té el ser un vampir, i mirant el troç de metall entre els meu dits, maleeixo als humans per la facilitat amb que us mateu per tal d'obtenir un xic de glòria, però i sense que serveixi de dubte, d'aquell dia els records van per aquells que van caure i van deixar la seva vida, perquè com diu el poema, no era missió dels herois discutir o qüestionar les ordres, l'únic que s'havia de fer era morir.
Us deixo una altra opinió que trobo més que qualificada d'aquell dia...
Insistir, a estas alturas, en que aprecio en general más a los perros que a los hombres es una obviedad que no remacharé demasiado. He dicho alguna vez que si la raza humana desapareciera de la faz de la tierra, ésta ganaría mucho en el cambio; mientras que sin perros sería un lugar más oscuro e insoportable. Cuestión de lealtad, supongo. Hay quien valora unas cosas y quien valora otras. Por mi parte, creo que la lealtad incondicional, a prueba de todo, es una de las pocas cosas que no pueden comprarse con retórica ni dinero. Tal vez por eso, la lealtad, en hombres o en animales, siempre me humedece un poquito las gafas de sol. Todo esto viene a cuento porque acabo de darle un repaso a El Valle de la Muerte, un ensayo de Terry Brighton sobre la carga de la Brigada Ligera durante la guerra de Crimea. Aquello, más conocido por la carga entre los que están en el ajo, es asunto que algunos frikis de la materia –los periodistas Jacinto Antón y Willy Altares, mi compadre Javier Marías, yo mismo y algún otro– cultivamos, desde hace muchísimos años, como materia de reflexión y tertulia, sobre todo a la hora de comparar la leal actuación de los lanceros, dragones y húsares ingleses aquel 25 de octubre de 1854, dejándose el pellejo bajo la artillería rusa, con la criminal incompetencia de los mandos británicos que ordenaron el ataque, notorio entre las grandes imbecilidades militares de la Historia. La historia es conocida: cinco regimientos de caballería británicos cargaron de frente contra una batería rusa, a través de un valle de kilómetro y medio de largo, batido a la ida y a la vuelta por fusileros y artillería. De seiscientos sesenta y seis hombres volvieron a sus líneas heridos o ilesos, muchos a pie y todos bajo fuego enemigo, trescientos noventa y cinco. Hasta la suerte de sus caballos se conoce: de los pobres animales que montaron los ingleses, galopando entre el estallido de las granadas o sueltos luego por el valle enloquecidos y sin jinete, murieron trescientos setenta y cinco. Ni siquiera los famosos versos de Tennyson, que varias generaciones de escolares aprendieron de memoria –«Media legua, media legua / media legua más allá...»–, pueden embellecer el asunto. Fue una carnicería en el más exacto sentido de la palabra. Pero de lo que quiero hablar hoy es de perros. Porque lo que pocos saben es que, ese día, dos perros cargaron también contra los cañones rusos. Se llamaban Jemmy y Boxer, y eran, respectivamente, las mascotas del 11o y del 8o regimientos de húsares. Los dos canes habían acompañado a sus amos desde sus cuarteles de Inglaterra, y estaban en el campamento británico cuando se ordenó a la Brigada Ligera formar para la carga. Así que, como tantas otras veces en desfiles y maniobras, los dos fieles animales acudieron a colocarse junto a las patas de los caballos de los oficiales, dispuestos a marchar al mismo paso, sin obedecer las voces de los soldados que les ordenaban apartarse de allí. Después sonó la corneta, empezó la marcha al paso, luego al trote, y cuando, bajo intenso fuego de artillería, se pasó al galope y sonó el toque de carga, con las granadas reventando, hombres cayendo por todas partes, estruendo de bombazos y caballos destripados o sin jinete, Jemmy y Boxer siguieron corriendo imperturbables, junto a sus amos, en línea recta hacia los cañones rusos. Parecerá increíble para quien no conozca a los perros. Esos chuchos cruzaron todo el valle de Balaclava entre un diluvio de fuego –«Hasta las fauces negras de la Muerte, / hasta la boca misma del Infierno»– y permanecieron junto a los húsares, o lo que quedaba de ellos, mientras éstos acuchillaban a los artilleros enemigos y morían entre los cañones. Después regresaron despacio, al paso de los caballos maltrechos que traían a los supervivientes, junto a hombres desmontados o heridos que caminaban y caían exhaustos, entre el tiroteo ruso y los disparos de quienes remataban a sus caballos moribundos ante de seguir a pie. Tres largos kilómetros de ida y vuelta. Jemmy y Boxer hicieron la carga junto a los primeros caballos de la brigada y regresaron a las líneas inglesas con el primer hombre montado de sus respectivos regimientos que volvió a éstas: Ileso Boxer, sin un rasguño; herido Jemmy por una esquirla de metralla en el cuello. Y ambos, acabada la campaña, regresaron a Inglaterra y murieron viejos, honrados y veteranos, en su cuartel. Ni Tennyson ni poeta alguno hablaron nunca de ellos, ni en el poema famoso ni en ningún otro maldito verso. Por eso he contado hoy su historia. Para decirles que por el Valle de la Muerte, cargando contra los cañones con la Brigada Ligera, también corrieron dos buenos perros valientes.
Los perros de la brigada ligera
ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 1 de Junio de 2008
Així doncs, els 25 d'octubre no surto a passejar amb els meus gossos, ja n'he tingut prous de passejos aquesta data.
1 comentari:
Déu ni do!
Merda de guerra, com totes.
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